miércoles, 28 de noviembre de 2012

"El Padrino, Parte 2"

Una de las mejores películas de la historia del cine. Dicho eso, cosa de la crítica, daré mi valoración. Sí, lo es, pero a mí me gusta más la primera parte, lo que no le quita ningún valor a esta segunda parte de la  tragedia en tres actos que Francis Ford Coppola se sacó de la manga adaptando un best seller pseudo-policiaco de principios de los 70.

Era el año 1972 y "El Padrino" llegó a convertirse en la película más taquillera de la historia del cine, con lo que la segunda parte empezó a cuajarse muy pronto. Coppola no quería hacerla. Siempre ha dicho que hacer la primera parte fue una de las peores experiencias de su carrera, cortesía de los ejecutivos de Paramount Pictures. Creía que la historia estaba contada y bromeando llegó a decir que lo único que se le ocurría era hacer "Abbot y Costello conocen al Padrino". Pero se equivocada, aún había mucho que contar.

La novela original narraba los inicios de Vito Corleone en EEUU, y su infancia en Sicilia, la horrible muerte de su familia, y sus primeros pasos en el mundo del gangsterismo, con lo que había material más que suficiente para una segunda parte (una "precuela", que se dice ahora). Pero Coppola llegó más lejos. Siempre le había interesado la idea de hacer una película en la que se contrapusiera la vida de un padre y un hijo a la misma edad, comparando sus vidas. Y ahí es donde la historia empieza a cimentarse hasta superar la mera continuación. "El Padrino, parte 2" es por lo tanto secuela y precuela a la vez y eso es lo más interesante, porque asistimos al ascenso de uno y al auge (o caída) de otro, vemos sus relaciones familiares que ofrecen un clarísimo contraste, uno querido, el otro temido más que nada, uno justo, el otro cruel e inhumano. Como toda obra maestra, puede tener múltiples lecturas, y sigue tan vigente hoy en día como cuando se estrenó.

Me quedo con la interpretación del propio Coppola, "una metáfora del capitalismo". Qué clarividencia. La historia Vito Corleone sería el capitalismo en sus inicios, en ascenso, y la de Michael sería el auge, aunque ya oliendo a podrido por todos los lados, cosa que ahora es más que evidente. Estamos de parte de Vito en todo momento, porque le vemos sorteando todos los obstáculos de una vida difícil y saliendo adelante. No nos importa que mate, porque a los que mata son o los asesinos de sus padres, o extorsionadores como Fanucci. Michael mata por venganza, por principio; y lo mata todo, a todos sus enemigos, incluso cuando están gravemente enfermos (Hyman Roth), cuando han sido aliados de toda la vida (Pentangelli), mata la relación con su mujer Kay, e incluso mata a su propio hermano, la culminación de la tragedia. Ver a los hermanos Corleone de niños, y a Vito de joven preocupado porque Fredo está enfermo es aún más desgarrador, sabiendo que su hermano pequeño ordenará su asesinato, con lo que los flashbacks sirven para subrayar lo que vemos en el presente.

Las interpretaciones siguen siendo apabullantes. Si en la primera parte estaba Marlon Brando, aquí tenemos la que probablemente sea la mejor interpretación de toda la carrera de Al Pacino, un Michael Corleone frío como el hielo, pero con un volcan debajo a punto de estallar, lejos de sus sobreactuadas interpretaciones más recientes. Cobra más protagonismo John Cazale como Fredo, que transmite en cada plano vulnerabilidad y despierta compasión. Gran actor, que hizo unicamente cinco películas falleciendo prematuramente en 1978, pero todas ellas nominadas a la mejor película del año. Michael V Gazzo como Pentangelli es tan creíble que tiene que ser siciliano. Robert de Niro consigue el más difícil todavía: hacernos olvidar a Brando, y que veamos unicamente a Vito en una caracterización perfecta, incluido que habla en siciliano todo el metraje. Y por si fuera poco, tenemos al maestro (literalmente) de todos ellos: Lee Strasberg, cabeza del Actor´s Studio, dándole la réplica a su pupilo Al Pacino.

Una película desgarradora, brutal, donde las emociones están a flor de piel, pero perfectamente dosificadas. Gordon Willis consigue con la fotografía contraponer un pasado en sepia y tonos dorados a un presente frío y azulado y lleno de oscuridad a la vez. Y la recreación de Little Italy y la inmigración en EEUU de principios de siglo XX es espectacular.

Para cerrar, el último plano de la película, un envejecido Michael con la mirada perdida, corresponde por lo visto a una escena que no se terminó de filmar en la que, en 1968 (10 años después del asesinato de Fredo), Michael habla con su hijo para que sea el nuevo Don. No sé si esto es cierto o no, pero de serlo Coppola tendría claramente un "Padrino parte III" en mente ya en 1974. Esa historia quedaba por contar y lo haría 16 años más tarde.



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