lunes, 26 de noviembre de 2012

Revisitando la saga de "El Padrino"

Cada cierto tiempo tengo que ver de nuevo las películas de "El Padrino". Siempre vuelvo a ellas, y siempre me sorprenden. Esta vez tenía la excusa perfecta, las nuevas versiones restauradas en 2007 que salieron en Blu Ray. Los DVDs estaban muy bien, pero en estas versiones restauradas por primera vez he visto la película tal y como se estrenó.

Hoy tocaba la primera parte (The Godfather, 1972), que es sin duda alguna una de las mejores de la historia del cine, pero que me atrevería a decir que es además una de las más grandes obras de arte de la historia en general. Y es una obra de arte porque siempre que vuelves a ella te parece diferente, siempre ves cosas nuevas, detalles, matices, y siempre emociona. La película es siempre la misma, claro, el que cambia soy yo, y las tres horas se pasan en lo que parecen 5 minutos, a pesar de conocer todas las escenas a la perfección.

El cine como arte tiene muchas vertientes: es literatura en el guión, es teatro en la interpretación, es arte plástico en la fotografía, es música en la banda sonora, etc, pero sobre todo es montaje, que es lo único exclusivo del cine.  Y en todas y cada una de esas facetas, "El Padrino" llega a la excelencia total.

El guion es la adaptación de la novela de Mario Puzo, y lo firman Francis Ford Coppola y el propio Puzo. La novela es entretenida y una buena novela, pero sus subtramas no son interesantes. El guion soluciona eso, condensando la prosa de manera visual, haciéndola filmable.

La interpretación es para llorar al verla. Por supuesto está Marlon Brando, dando de nuevo una lección magistral después de que ya se le considerara una vieja gloria, y el descubrimiento de Al Pacino. Mucho se ha escrito sobre ellos, pero es que los demás nombres del reparto vuelan tan alto como los protagonistas. Esta vez me he fijado mucho más en James Caan como Sonny Corleone, que está simplemente perfecto, y qué decir de Robert Duvall, Diane Keaton o Talia Shire...

La fotografía de Gordon Willis es tan atrevida, novedosa, y a la vez clásica que ha quedado como un icono. Los tonos dorados de la película te meten en los años cuarenta en cuanto empieza. Genial.

La partitura de Nino Rota encaja tan bien con todas las escenas, que a veces es como estar viendo una ópera. Con una simple nota de metal hiela la sangre de emoción.

Y el montaje consigue dar una coherencia interna y un ritmo a un material buenísimo, pero difícil de manejar por lo abundante. En el tintero se quedaron muchas escenas que se usarían para la serie de televisión estrenada algunos años después, pero que habrían alargado excesivamente el film. No sobra ni uno de los 175 minutos, pero tampoco faltan, prueba del éxito.

Y sobrevolando cada fotograma, Francis Ford Coppola. El aceptó "El Padrino" a regañadientes, para pagar deudas de su compañia American Zoetrope, lo que lo hace aún más extraordinario. Es como uno de esos artistas del Renacimiento que hacían encargos de los Papas y de las grandes familias italianas, y de paso daban a la humanidad obras de arte inmortales en escultura, pintura, arquitectura. Un genio con una visión que luchó a brazo partido por llevarla a buen puerto. De no haberlo hecho, "El Padrino" sería una película de 90 minutos ambientada en Kansas City en 1971, con Robert Redford/Ryan O'Neil como Michael Corleone, y Anthony Quinn como Vito.

Y mañana toca "El Padrino, parte 2", que es todavía mejor.

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